Si nada me gustó la primavera, menos aún me agrado el verano, y el otoño tampoco me parece cosa buena, ¡Oh, que ganas tengo de que llegue el invierno! Ya sé que entonces no tendré la jugosa hierba que con tanto afán deseaba. Pero, al menos, podré descasar cuanto me apetezca. ¡Bienvenido sea el invierno! Tendré en el pesebre solamente paja seca, pero la comeré con el mayor contento.