-Socorro, socorro, ¿quién me ayuda? –gritaba el gallito rojo en la bolsa.
-Yo no –dijo el gato y se ovilló más aún en su cesta.
-Yo tampoco –dijo el ratón y se ocultó aún más en su cueva.
Pero si creían estar a salvo, se equivocaban. El zorro dio un salto, sacó al gato de la cesta y al ratón de la cueva y los metió en la bolsa, para que hiciesen compañía al gallito rojo. Después se echó la bolsa al hombro y retomó a la carrera el camino hacia su casa.
-Yo no –dijo el gato y se ovilló más aún en su cesta.
-Yo tampoco –dijo el ratón y se ocultó aún más en su cueva.
Pero si creían estar a salvo, se equivocaban. El zorro dio un salto, sacó al gato de la cesta y al ratón de la cueva y los metió en la bolsa, para que hiciesen compañía al gallito rojo. Después se echó la bolsa al hombro y retomó a la carrera el camino hacia su casa.