Hazme de
comer, niña bonita,
hazme de comer, mi mujercita.
- ¿Qué ocurre? –preguntó la madre.
-Nada, nada, es sólo la rana del
pozo, que quiere comer.
-Pues anda –dijo la madre-, dale de comer a la pobrecita.
Cuando acabó de comer, la rana macho apartó el plato y volvió a croar: