Los otros dos aceptaron y él comenzó, entonces, a contar su historia. Hela aquí:
-Mi tío es guardián de una mezquita. Ayer fui a reunirme con él y ¿qué pensáis que ocurrió? En cuanto nos fuimos a dormir, se levantó un viento que sopló cada vez más fuerte hasta que se transformó en un terrible ventarrón. Tan terrible que, en un momento determinado, elevó en el aire toda la ciudad, con sus mezquitas, sus casas, los jardines, las palmeras, las caravanas de camellos y hasta la tierra en la que todo esto se apoyaba, y llegó a arrastrar todas las casas muchos kilómetros lejos de allí.
Despertamos por la mañana en nuestra casa y nadie se dio cuenta de nada. Pero yo subí a la torreta más alta de la mezquita y, desde una distancia de varios kilómetros, divisé esta ciudad y la moneda de cobre que estaba en el suelo. He venido aquí a propósito de recogerla; por lo tanto, es mía.
-De ninguna manera –dijo el segundo extranjero-. Has contado una mentira muy gorda, pero la mía lo es más aún.
-Mi tío es guardián de una mezquita. Ayer fui a reunirme con él y ¿qué pensáis que ocurrió? En cuanto nos fuimos a dormir, se levantó un viento que sopló cada vez más fuerte hasta que se transformó en un terrible ventarrón. Tan terrible que, en un momento determinado, elevó en el aire toda la ciudad, con sus mezquitas, sus casas, los jardines, las palmeras, las caravanas de camellos y hasta la tierra en la que todo esto se apoyaba, y llegó a arrastrar todas las casas muchos kilómetros lejos de allí.
Despertamos por la mañana en nuestra casa y nadie se dio cuenta de nada. Pero yo subí a la torreta más alta de la mezquita y, desde una distancia de varios kilómetros, divisé esta ciudad y la moneda de cobre que estaba en el suelo. He venido aquí a propósito de recogerla; por lo tanto, es mía.
-De ninguna manera –dijo el segundo extranjero-. Has contado una mentira muy gorda, pero la mía lo es más aún.