Dicen que es mu difícil encontrar una aguja en un pajar, pero no es mucho más fácil encontrar un reloj de pulsera como aquel que perdió mi amiga de infancia, Raquel, que se lo había traído su hermano José cuando se licenció "del Servicio" en El Sáhara o Sidi Ifni, (Ahora no recuerdo)
Fue en el pajar que el padre de Pradito tenía en la era. Aquella tarde tocaron "A la Flores", ya que era el mes de Mayo; nosotras nos hicimos las suecas y decidimos irnos a jugar a la gallinica ciega al pajar. Todo iba viento en popa con el juego hasta que Raquel se dio cuenta de que le faltaba el reloj.
¡Ay madre mía, la que me va a dar mi hermano cuando lo sepa! Eso me pasa por no ir al Rosario. Esto es castigo...
Todas las amigas la consolábamos en su desgracia, intentando sacarle de la cabeza de que aquello no había sido un castigo y que lo que mejor podíamos hacer era buscar el reloj entre la paja que había por el suelo, que era algo así como un palmo de altura. Como éramos 8 o 10, cada vez que movíamos "una almorza", eran ocho o diez almorzás menos de paja que teníamos que revisar. Revolvimos la paja por aquí y por allá y hasta por acullá hasta que finalmente alguna de nosotras dio con el reloj, incluída la cadena.
No os podéis imaginar qué alegría, que alboroto, que de gracias a la Virgen de la Cuesta, y que seriedad cuando todas, sin faltar ni una, prometimos que nunca más volveríamos a "perdenos la flores" por "Una gallinica ciega".
Besos para todo el grupo de amigas
Fue en el pajar que el padre de Pradito tenía en la era. Aquella tarde tocaron "A la Flores", ya que era el mes de Mayo; nosotras nos hicimos las suecas y decidimos irnos a jugar a la gallinica ciega al pajar. Todo iba viento en popa con el juego hasta que Raquel se dio cuenta de que le faltaba el reloj.
¡Ay madre mía, la que me va a dar mi hermano cuando lo sepa! Eso me pasa por no ir al Rosario. Esto es castigo...
Todas las amigas la consolábamos en su desgracia, intentando sacarle de la cabeza de que aquello no había sido un castigo y que lo que mejor podíamos hacer era buscar el reloj entre la paja que había por el suelo, que era algo así como un palmo de altura. Como éramos 8 o 10, cada vez que movíamos "una almorza", eran ocho o diez almorzás menos de paja que teníamos que revisar. Revolvimos la paja por aquí y por allá y hasta por acullá hasta que finalmente alguna de nosotras dio con el reloj, incluída la cadena.
No os podéis imaginar qué alegría, que alboroto, que de gracias a la Virgen de la Cuesta, y que seriedad cuando todas, sin faltar ni una, prometimos que nunca más volveríamos a "perdenos la flores" por "Una gallinica ciega".
Besos para todo el grupo de amigas