A la mañana siguiente, el joven griego dejó que su amigo se fuera solo, se apresuró a vestir la escoba, pronunció la fórmula y le ordenó:
-Ve a buscar agua.
Inmediatamente, la escoba cogió un cántaro y se fue a buscar agua.
-Muy bien –le dijo Éucrates., ahora, ¡conviértete otra vez en escoba!
Pero la escoba salió de nuevo y trajo más agua, una y otra vez. Pronto, no hubo bastantes ánforas ni recipientes para contener toda el agua que la escoba traía y ésta empezó a derramarla por el suelo.
-Ve a buscar agua.
Inmediatamente, la escoba cogió un cántaro y se fue a buscar agua.
-Muy bien –le dijo Éucrates., ahora, ¡conviértete otra vez en escoba!
Pero la escoba salió de nuevo y trajo más agua, una y otra vez. Pronto, no hubo bastantes ánforas ni recipientes para contener toda el agua que la escoba traía y ésta empezó a derramarla por el suelo.