El esclavo que debía enterrar al niño hizo lo que le habían ordenado, pero Chankar, el perro del Rajá, le vio y cuando se hubo retirado, desenterró al niño. Al verlo tan hermoso, decidió salvarle la vida, y como no tenía dónde ocultarlo, se lo tragó.
Al cabo de seis meses, el perro salió al campo y sacando al niño vio que seguía viviendo. Lo acarició muy contento y cuando se hubo cansado de jugar con él volvió a tragarlo.
Pasaron otros seis meses, y de nuevo Chankar fue al campo a ver al niño de la luna en la frente y la estrella en la barbilla, que entonces contaba ya un año. Jugó con él y se lo tragó de nuevo. Por desgracia, el guardián de los perros le había seguido y le vio, yendo enseguida a comunicar la noticia a las esposas del Rajá, diciéndoles:
Al cabo de seis meses, el perro salió al campo y sacando al niño vio que seguía viviendo. Lo acarició muy contento y cuando se hubo cansado de jugar con él volvió a tragarlo.
Pasaron otros seis meses, y de nuevo Chankar fue al campo a ver al niño de la luna en la frente y la estrella en la barbilla, que entonces contaba ya un año. Jugó con él y se lo tragó de nuevo. Por desgracia, el guardián de los perros le había seguido y le vio, yendo enseguida a comunicar la noticia a las esposas del Rajá, diciéndoles: