Que el Señor sea con vos, madre mía.
La antigua reina reconoció enseguida al hijo con quien tanto había soñado, y presa de gran emoción, cayó en sus brazos, llenos de lágrimas los ojos.
Cuando madre e hijo se separaron, éste desenvainó su espada, y de un solo tajo cercenó las cuatro cabezas de las mujeres del Rajá, que mudas de espanto asistían a la escena.
Después explicó a su padre la verdad de lo ocurrido, y el Rajá se prosternó ante su esposa, pidiéndole humildemente perdón por su injusto comportamiento.
La antigua reina reconoció enseguida al hijo con quien tanto había soñado, y presa de gran emoción, cayó en sus brazos, llenos de lágrimas los ojos.
Cuando madre e hijo se separaron, éste desenvainó su espada, y de un solo tajo cercenó las cuatro cabezas de las mujeres del Rajá, que mudas de espanto asistían a la escena.
Después explicó a su padre la verdad de lo ocurrido, y el Rajá se prosternó ante su esposa, pidiéndole humildemente perdón por su injusto comportamiento.