Alcanzó el criado al príncipe y de nuevo cabalgaron todo el día. De noche llegaron a una posada, que en realidad era el escondite de doce ladrones, donde el posadero aceptó cocinar el cuervo. Aún no habían empezado a comer, cuando llegaron los bandidos, que redujeron al príncipe y su criado con la intención de matarlos después de la cena.
Y ante la mirada atónita de ambos y de la muchacha que servía la cena, uno tras otro, los doce ladrones fueron cayendo al suelo, pues la carne del cuervo aún contenía el veneno que había matado al caballo. La muchacha rompió entonces las cuerdas que inmovilizaban al príncipe y su criado y les enseñó las riquezas que habían almacenado los ladrones:
Y ante la mirada atónita de ambos y de la muchacha que servía la cena, uno tras otro, los doce ladrones fueron cayendo al suelo, pues la carne del cuervo aún contenía el veneno que había matado al caballo. La muchacha rompió entonces las cuerdas que inmovilizaban al príncipe y su criado y les enseñó las riquezas que habían almacenado los ladrones: