- ¡Si se trata de un número de circo, es patético! -dijo el padre echándole a patadas. El pobre chico salió corriendo y topó con un carpintero que le ofreció trabajo a cambio de un generoso pago. Tras doce meses y un día a su servicio, el carpintero le entregó una mesa: -No es una mesa corriente -le dijo, y después exclamó- ¡Mesa, cúbrete! Y la mesa se llenó de suculentos platos y delicados manjares.