- ¡Ahora podré pedir la mano de mi amada! -y se dirigió a la posada para pasar la noche. Hizo uso de la mesa para cenar y el posadero que lo vio, cambió la mesa por otra muy parecida mientras todos dormían. Así que cuando a la mañana siguiente se presentó ante el padre de su amada para demostrarle que podría mantener a su hija, hizo de nuevo el ridículo más espantoso. Pues por más que le gritara a la mesa, no había ni rastro de comida. Y fue arrojado de nuevo fuera de la casa.