Nada más ver al dueño de la posada, el chico azuzó el palo contra él, y no tardó en recuperar el asno y la mesa que le habían sido robadas. Después se encaminó a pedir de nuevo la mano de su amada, pues ahora sí la podría mantener sin que le faltara nada. Pero durante el tiempo que había estado fuera, el padre de la chica había muerto, de forma que decidió convocar a todas las doncellas casaderas: -Que traigan sus riquezas, pues me casaré con la más rica.