Y
león y serpiente lucharon con todo el brío posible.
Todo era espuma y sangre, silbidos y rugidos de coraje y amenaza.
Al cabo de un buen rato, rendidos y jadeantes, cesaron el combate y se separaron.
La Serpiente dijo rabiosa:
Si tuviese
agua de la ría,
¡qué pronto, león mío, te mataría!