No hay que decir el júbilo y los agasajos con que fue recibido nuestro Miguelín en el pueblo, no bien se supo que había dado muerte a la monstruosa serpiente.
Todos se disputaban el honor de verlo y abrazarle y todos le regalaban sacos, llenos de oro y riquísimas joyas, y el labrador, loco de alegría, quería casarlo a toda costa con su hija
Todos se disputaban el honor de verlo y abrazarle y todos le regalaban sacos, llenos de oro y riquísimas joyas, y el labrador, loco de alegría, quería casarlo a toda costa con su hija