-Padre, -respondió- escúchame. Soy inocente. Él estaba allí de pie en mitad de la noche como si fuese a hacer algo malo. No sabía quién era y le dije que hablara o se fuera tres veces.
- ¡Ah!-dijo el padre- sólo me traes disgustos. Vete de mi vista, no quiero verte más.
-Sí padre, como desees, pero espera a que sea de día. Entonces partiré para aprender lo que es tener miedo, y entonces aprenderé un oficio que me permita mantenerme.
-Aprende lo que quieras, -dijo el padre- me da igual. Aquí tienes cincuenta monedas para ti. Cógelas y vete por el mundo entero, pero no le digas a nadie de donde procedes, ni quién es tu padre. Tengo razones para estar avergonzado de ti.
-Sí, padre, se hará como deseas. Si no quieres nada más que eso, puedo recordarlo fácilmente.
- ¡Ah!-dijo el padre- sólo me traes disgustos. Vete de mi vista, no quiero verte más.
-Sí padre, como desees, pero espera a que sea de día. Entonces partiré para aprender lo que es tener miedo, y entonces aprenderé un oficio que me permita mantenerme.
-Aprende lo que quieras, -dijo el padre- me da igual. Aquí tienes cincuenta monedas para ti. Cógelas y vete por el mundo entero, pero no le digas a nadie de donde procedes, ni quién es tu padre. Tengo razones para estar avergonzado de ti.
-Sí, padre, se hará como deseas. Si no quieres nada más que eso, puedo recordarlo fácilmente.