Como le daban pena, levantó la escalera, subió y uno a uno los fue desatando y bajando. Entonces avivó el fuego y los dispuso a todos alrededor para que se calentasen. Pero estuvieron sentados sin moverse y el fuego prendió sus ropas. Así que el muchacho les dijo: -Tened cuidado u os subiré otra vez.
Los ahorcados no le escucharon y permanecieron en silencio dejando que sus harapos se quemaran.
Los ahorcados no le escucharon y permanecieron en silencio dejando que sus harapos se quemaran.