Hacia medianoche estaba atizando el fuego, y mientras le soplaba, algo gritó de repente desde una esquina: -Miau, miau. Tenemos frío.
-Tontos, -respondió él- por qué os quejáis. Si tenéis frío venid a sentaros junto al fuego y calentaros.
-Tontos, -respondió él- por qué os quejáis. Si tenéis frío venid a sentaros junto al fuego y calentaros.