En realidad no huyeron todos, pues el viejo Hiraman, que era su rey y a quien los achaques no permitían volar con la misma rapidez de sus súbditos, quedóse en la rama que le servía de trono, y con voz cascada gritó a los fugitivos loros:
- ¡No me dejéis solo, para que sirva de blanco a las flechas del príncipe! ¡Volved enseguida o le contaré a la princesa Labam lo que habéis hecho!
- ¡No me dejéis solo, para que sirva de blanco a las flechas del príncipe! ¡Volved enseguida o le contaré a la princesa Labam lo que habéis hecho!