Con un terrible mirada, comprendiendo que su final estaba cerca, Havgan el usurpador llamó a sus criados y éstos se lo llevaron de allí. Pwyll, todavía bajo la apariencia y pertrechado con las armaduras de Arawn, recorrió todas las tierras, castillos y señoríos, y los recuperó para Annwn. Sólo entonces volvió al bosque. Ya lo esperaba allí el verdadero Arawn, sonriendo.