Después se alejaron lanzando alaridos terribles y pregonando su victoria, mientras sus compañeros danzaban alrededor del fuego. Mientras tanto, el tlacuache, que había recobrado el sentido, se arrastró trabajosamente hasta el lugar donde estaban los huicholes y allí, ante el asombro y la alegría de todos, depositó la brasa que guardaba en su bolsa.