“ ¡Ya está!” dijo Raweno. “Ahora tienes unas orejas lo suficiente grandes para que escuches cuando alguien te dice lo que tienes que hacer, y un cuello tan corto que no podrás estirar la cabeza para ver lo que no deberías ver. Y tus ojos son grandes pero sólo podrás utilizarlos de noche—no de día, cuando estoy trabajando. Y finalmente, como castigo por tu desobediencia, tus plumas no serán rojas como las del cardenal, sino feas y grises, como las que tienes.” Y frotó al búho por todo el cuerpo con lodo.