Ante esas palabras, Sarah se empezó a elevar. Abrió los brazos; los sentía como si fuesen alas. Se elevó como un águila sobre el látigo del capataz.
Dando giros con su caballo, el capataz vociferó: “ ¿Quién gritó? ¿Qué dijo?” Todos los demás esclavos se mantenían callados y seguían trabajando, pero ellos sabían que Sarah había volado hacia la libertad.
Dando giros con su caballo, el capataz vociferó: “ ¿Quién gritó? ¿Qué dijo?” Todos los demás esclavos se mantenían callados y seguían trabajando, pero ellos sabían que Sarah había volado hacia la libertad.