La gitanilla
Hermosita, hermosita,
la de las manos de plata,
más te quiere tu marido
que el rey de las Alpujarras.
Eres paloma sin hiel,
pero a veces eres brava,
como leona de Orán
o como tigre de Ocaña.
Pero en un tras, en un tris,
el enojo se te pasa,
y quedas como alfeñique,
o como cordera mansa.
No te quiero decir,
pero poco importa; vaya:
enviudarás, y otra vez,
y otras dos serás casada.
No llores, señora mía;
que no siempre las gitanas
decimos el Evangelio;
no llores, señora; acaba.
Como te mueras primero
que el señor teniente, basta
para remediar el daño
de la viudez que amenaza.
Hermosita, hermosita,
la de las manos de plata,
más te quiere tu marido
que el rey de las Alpujarras.
Eres paloma sin hiel,
pero a veces eres brava,
como leona de Orán
o como tigre de Ocaña.
Pero en un tras, en un tris,
el enojo se te pasa,
y quedas como alfeñique,
o como cordera mansa.
No te quiero decir,
pero poco importa; vaya:
enviudarás, y otra vez,
y otras dos serás casada.
No llores, señora mía;
que no siempre las gitanas
decimos el Evangelio;
no llores, señora; acaba.
Como te mueras primero
que el señor teniente, basta
para remediar el daño
de la viudez que amenaza.