Yo no puedo darles comida, pero sé los mas bonitos cuentos que nadie haya oído jamás". Y contó todas las historias que escuchó contar a la mamá de los niños, hasta que los ratoncitos se durmieron entre sus cálidas agujas. Y el Árbol también se durmió. Ya se estaba secando y se sentía muy cansado. Dos días después, ya no quedaba leña en el cobertizo. El padre ratón le dijo al Árbol; "Ellos te quemaran muy pronto", " ¡Ojalá pueda quedarme despierto el tiempo suficiente para hacer un buen fuego...!", contestó el Árbol. La mamá de los niños entro al poco rato y cortó el Árbol en pequeños trozos. En la sala hizo un gran fuego, y trajo a la pequeña Ana junto al calor. "Dios quiera que rompa la fiebre con todo este calor y el olor a pino que desprende este arbolito"!. Y el Árbol que había escuchado esas palabras, ardió tan fuerte y tan caliente como pudo, y de cada uno de sus trozos sacó hasta la última chispa del calor que contenían