A partir de los ocho, tal vez nueve años de edad, los mininos se tornan más perezosos, parecen dormir más rato en su cojín o rincón favoritos, y asimismo pueden comenzar a engordar excesivamente, sufriendo con mayor frecuencia diversas enfermedades. Los ejemplares que tienen la oportunidad de entrar o salir del hogar y hacer sus escapadas periódicas raramente sufren el problema de la disminución vital, que fatalmente acompaña las edades avanzadas pues simplemente un buen día desaparecen casi misteriosamente, víctimas de algún accidente, o se tornan hogareños, sedentarios y remolones.