Desde muy jóvenes, casi cachorros, los pequeños cazadores irracionales deben ejercitar su olfato, sentido imprescindible en la propia naturaleza. Cuando captan 'dos vientos' de la eventual presa quedan inmóviles con la cabeza apuntando al lugar que albergue al animal silvestre y, según las razas, con una mano 'levantada' y la cola rígida horizontal. Estas posturas, lamadas con mayor propiedad 'muestras', son algo innato en los canes que, de forma espontánea, reaccionan ante el estímulo olfatorio. Esta facultad puede pulirse, desarrollarse y fomentarse hasta límites ciertamente asombrosos.