Un truco bastante útil consiste en traernos una toalla o trozo de paño impregnado con el olor materno que se acomodará en la cesta del pequeño, envolviendo un antiguo reloj despertador sin alarma que, con su 'tic-tac', recuerda al cachorro el latido del corazón materno, reforzado por el olor que prevalece en el trapo. Si esta argucia no basta para evitar 'el concierto de gemidos', no queda más remedio que hacer caso omiso de las llamadas. Pocos días suelen ser suficientes para habituar al animalito, que sabrá cuál es su sitio a la par que recibirá caricias y halagos cuando no sea excesivamente ruidoso.