Es necesario prever anticipadamente cual será el alojamiento definitivo de nuestro irracional amigo y desde luego, el tamaño aproximado que alcanzará al llegar a la edad adulta. No es igual, lógicamente, alojar provisionalmente un cachorro de San Bernardo o de pastor alemán. La mayoría de los perros cohabitan con sus amos en el interior de la vivienda y se les asigna un lugar para el descanso. La cesta, cuna, cama o colchoneta serán elegidas en función del tamaño definitivo del animalito. Los perros de pequeño tamaño, considerados de compañía, prefieren las primeras, mientras que los terriers, razas de caza, lebreles y razas de guarderia, defensa y utilidad prefieren la cama y colchoneta, como las representadas en la imagen. Siempre que en la habitación elegida para que el perro duerma no haga un frío excesivo o existan humedades antihigiénicas, es suficiente proporcionar al animal una alfombra que pueda ser un retal generoso, suficientemente amplio de un tapiz viejo o desechado, fácilmente lavable. El emplazamiento de la cama, cuna o colchoneta será fijado desde el primer día y no es conveniente cambiar frecuentemente este lugar, que el animal considerará como su dormitorio. Cuando el perro, generalmente cachorro, llega a casa, se altera la vida familiar, todo son visitas, mimos y cuidados para el nuevo huésped que, sin embargo, suele estar desconcertado, triste y acobardado por haber sido separado de su madre y hermanos, del ambiente al que estaba habituado desde su nacimiento. Mientras que se encuentra rodeado de sus nuevos amos el perro no demostrará su miedo o su pena, lo más probable es que al dejarle sólo por la noche, en el rincón asignado, no quiera quedarse en él y pretenda pertinazmente dormir junto a sus dueños. Es imprescindible no ceder por bondad o compasión a este primer capricho del animalito, pues si posteriormente queremos alejarle de nuestro dormitorio su psicología primaria no comprenderá más que un rechazo injustificado por parte de los seres a los que adora, sus amos.