PRIMEROS AUXILIOS A RAPACES HERIDAS
Las rapaces protegidas por la legislación vigente en muchos países, entre los que se cuenta España, sufren accidentes de distinta naturaleza. En principio hemos de separar dos grupos característicos: jóvenes sacados o caídos del nido y adultos lesionados incapaces de procurarse alimento e indefensos ante antagonistas biológicos. Cuando tengamos un polluelo semidesarrollado, se comprobará cuidadosamente el estado físico aparente del ejemplar. Esta exploración ha de realizarse sujetando firme, pero suavemente, la cabeza y patas del polluelo para impedir que nos produzca alguna herida al intentar defenderse. Con la mano libre por palpación, se comprueban las patas y alas para detectar una eventual fractura o herida por arma de fuego. Si existe lesión ha de consultarse lo antes posible con un veterinario, mientras simultáneamente se avisa al servicio encargado de la protección de la naturaleza, que aconsejará las medidas a tomar antes de que un funcionario pueda recoger el ave provisionalmente a nuestro cargo. Si aparentemente no se observan fracturas ni heridas, se intentará identificar la especie a la que pertenece el jóven emplumado, para adecuar la alimentación. Cuando no sea factible conocer el nombre del ave, se le ofrecerán trozos de carne fresca muy menudos que, en la mayor parte de las ocasiones, serán engullidos vorazmente. Si el polluelo rechaza el alimento varias veces en un lapso de seis a siete horas, no queda otra solución que embucharlo cuidadosamente, abriendo el pico con la mano izquierda e introduciendo pequeñas tiras de carne magra sanguinolenta en el buche con la otra mano, de forma que pase detrás de la lengua y no obture las fauces del ave. La ceba se repetirá cada tres o cuatro horas con pequeñas cantidades y siempre intentando que el animalito coma por sí mismo los ingredientes ofrecidos. Temporalmente se le ubica en un jaulón con tres caras tapadas, en el que se sitúa una percha como posadero, que estará en lugar protegido y poco iluminado. Cuando tengamos que intentar salvar la vida de un ave adulta, los problemas se acrecientan, pues la incapacidad de evolución indica fractura o lesión en las alas y a veces también en las patas.
Las rapaces protegidas por la legislación vigente en muchos países, entre los que se cuenta España, sufren accidentes de distinta naturaleza. En principio hemos de separar dos grupos característicos: jóvenes sacados o caídos del nido y adultos lesionados incapaces de procurarse alimento e indefensos ante antagonistas biológicos. Cuando tengamos un polluelo semidesarrollado, se comprobará cuidadosamente el estado físico aparente del ejemplar. Esta exploración ha de realizarse sujetando firme, pero suavemente, la cabeza y patas del polluelo para impedir que nos produzca alguna herida al intentar defenderse. Con la mano libre por palpación, se comprueban las patas y alas para detectar una eventual fractura o herida por arma de fuego. Si existe lesión ha de consultarse lo antes posible con un veterinario, mientras simultáneamente se avisa al servicio encargado de la protección de la naturaleza, que aconsejará las medidas a tomar antes de que un funcionario pueda recoger el ave provisionalmente a nuestro cargo. Si aparentemente no se observan fracturas ni heridas, se intentará identificar la especie a la que pertenece el jóven emplumado, para adecuar la alimentación. Cuando no sea factible conocer el nombre del ave, se le ofrecerán trozos de carne fresca muy menudos que, en la mayor parte de las ocasiones, serán engullidos vorazmente. Si el polluelo rechaza el alimento varias veces en un lapso de seis a siete horas, no queda otra solución que embucharlo cuidadosamente, abriendo el pico con la mano izquierda e introduciendo pequeñas tiras de carne magra sanguinolenta en el buche con la otra mano, de forma que pase detrás de la lengua y no obture las fauces del ave. La ceba se repetirá cada tres o cuatro horas con pequeñas cantidades y siempre intentando que el animalito coma por sí mismo los ingredientes ofrecidos. Temporalmente se le ubica en un jaulón con tres caras tapadas, en el que se sitúa una percha como posadero, que estará en lugar protegido y poco iluminado. Cuando tengamos que intentar salvar la vida de un ave adulta, los problemas se acrecientan, pues la incapacidad de evolución indica fractura o lesión en las alas y a veces también en las patas.