Debí
comer tanto aquel día que dije que, mientras Angelita daba la limosna a la
Virgen me iba a comer, que debí acostumbrarme a hacerlo a menudo, y... ¡Claro! con el paso del tiempo los kilos se me han subido a la chepa. Por más que los espanto... ¡no hay manera de quitármelos de encima!