Mundo antiguo
Mucho tiempo después de su muerte, el nombre de Aníbal continuó representando el fantasma de una amenaza perpetua sobre la República de Roma. Se ha escrito que enseñó a los romanos, que se proclamaban fieros descendientes de Marte, el significado del miedo.[cita requerida] Durante generaciones, las matronas romanas continuaron relatando a sus hijos cuentos terroríficos acerca del general cuando se portaban mal. Aníbal simbolizaba de tal manera el miedo que, fuera cual fuera el desastre al que se enfrentaran, era común ver a los senadores romanos gritando Hannibal ad portas (¡Aníbal está a nuestras puertas!) a fin de expresar su ansiedad. Ad Portas (locución latina), evolucionó hasta transformarse en una conocida frase expresada en el momento en que un cliente cruzaba una puerta o cuando alguien tenía que enfrentarse a un desastre.[119] Tales expresiones proceden del impacto psicológico que tuvo la presencia de Aníbal sobre la cultura romana en Italia.
En este contexto, se desprende una admiración (forzada) en los escritos de los historiadores romanos Tito Livio y Décimo Junio Juvenal. Por otro lado, los romanos llegaron a erigir estatuas del general cartaginés en las calles de Roma, a fin de representar el rostro de tamaño adversario, al que sus ejércitos habían derrotado.[120]
Sin embargo, durante la segunda guerra púnica, los romanos se negaron a rendirse y rechazaron todas las iniciativas de paz; tampoco quisieron pagar rescate para la liberación de los prisioneros capturados en la Batalla de Cannas.[121] Además, los textos históricos acreditan que no existía ninguna facción dentro del Senado romano que quisiera la paz, ni se produjo ninguna traición romana que diera ventaja a los cartagineses, ni ningún golpe de estado que desembocara en el establecimiento de una dictadura.[122][123] Por el contrario, los patricios romanos compitieron entre ellos a fin de obtener los mejores puestos de mando con el objetivo de poder combatir al más peligroso enemigo al que se había enfrentado Roma. A pesar de todo, el genio militar de Aníbal no fue suficiente para perturbar la organización política y militar republicana. Tal y como escribe Lazenby:
Existen cantidad de textos a favor de su madurez política y del respeto a las formas constitucionales basadas en el hecho de que la maquinaria gubernamental compleja continuó funcionando incluso en pleno desastre. Hay pocos Estados de la Antigüedad que hubieran osado mantener en el cargo a un general que perdiera una batalla como Cannas, y menos aún que hubieran seguido tratándole con el respeto debido a un Jefe de Estado.[124]
Según Tito Livio, los romanos jamás tuvieron miedo de enfrentarse a Aníbal, incluso cuando inició su marcha sobre Roma en el 211 a. C.:[125]
Mucho tiempo después de su muerte, el nombre de Aníbal continuó representando el fantasma de una amenaza perpetua sobre la República de Roma. Se ha escrito que enseñó a los romanos, que se proclamaban fieros descendientes de Marte, el significado del miedo.[cita requerida] Durante generaciones, las matronas romanas continuaron relatando a sus hijos cuentos terroríficos acerca del general cuando se portaban mal. Aníbal simbolizaba de tal manera el miedo que, fuera cual fuera el desastre al que se enfrentaran, era común ver a los senadores romanos gritando Hannibal ad portas (¡Aníbal está a nuestras puertas!) a fin de expresar su ansiedad. Ad Portas (locución latina), evolucionó hasta transformarse en una conocida frase expresada en el momento en que un cliente cruzaba una puerta o cuando alguien tenía que enfrentarse a un desastre.[119] Tales expresiones proceden del impacto psicológico que tuvo la presencia de Aníbal sobre la cultura romana en Italia.
En este contexto, se desprende una admiración (forzada) en los escritos de los historiadores romanos Tito Livio y Décimo Junio Juvenal. Por otro lado, los romanos llegaron a erigir estatuas del general cartaginés en las calles de Roma, a fin de representar el rostro de tamaño adversario, al que sus ejércitos habían derrotado.[120]
Sin embargo, durante la segunda guerra púnica, los romanos se negaron a rendirse y rechazaron todas las iniciativas de paz; tampoco quisieron pagar rescate para la liberación de los prisioneros capturados en la Batalla de Cannas.[121] Además, los textos históricos acreditan que no existía ninguna facción dentro del Senado romano que quisiera la paz, ni se produjo ninguna traición romana que diera ventaja a los cartagineses, ni ningún golpe de estado que desembocara en el establecimiento de una dictadura.[122][123] Por el contrario, los patricios romanos compitieron entre ellos a fin de obtener los mejores puestos de mando con el objetivo de poder combatir al más peligroso enemigo al que se había enfrentado Roma. A pesar de todo, el genio militar de Aníbal no fue suficiente para perturbar la organización política y militar republicana. Tal y como escribe Lazenby:
Existen cantidad de textos a favor de su madurez política y del respeto a las formas constitucionales basadas en el hecho de que la maquinaria gubernamental compleja continuó funcionando incluso en pleno desastre. Hay pocos Estados de la Antigüedad que hubieran osado mantener en el cargo a un general que perdiera una batalla como Cannas, y menos aún que hubieran seguido tratándole con el respeto debido a un Jefe de Estado.[124]
Según Tito Livio, los romanos jamás tuvieron miedo de enfrentarse a Aníbal, incluso cuando inició su marcha sobre Roma en el 211 a. C.:[125]