DÍA SEGUNDO
Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.
Las máximas del mundo
El abrazar las máximas del Evangelio compromete a huir de las máximas del mundo, ya que son opuestas a las del Evangelio; para huir de ellas, hay que saber cuáles son, qué es lo que se entiende por estas máximas del mundo y ver cómo se oponen a las de Jesucristo y en qué las contradicen.
En primer lugar, las máximas de nuestro Señor dicen: «Bienaventurados los pobres» (Mt 5, 36); y las del mundo: "Bienaventurados los ricos". Aquellas dicen que hay que ser mansos y afables; éstas, que hay que ser duros y hacerse temer. Nuestro Señor dice que la aflicción es buena: «Bienaventurados los que lloran»; los mundanos, por el contrario: "Bienaventurados los que se divierten y se entregan a los placeres".
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed, los que están sedientos de justicia»; el mundo se burla de esto y dice: "Bienaventurados los que trabajan por sus ventajas temporales, por hacerse grandes".
«Bendecid a los que os maldicen» (Lc 6, 28), dice el Señor; y el mundo dice que no hay que tolerar las injurias: "al que se hace oveja, se lo comen los lobos"; que hay que mantener la reputación a cualquier precio, y que más vale perder la vida que el honor.
Y esto basta para conocer cuál es la doctrina del mundo y qué es lo que pretende. Por consiguiente, al comprometernos a seguir la doctrina de Jesucristo, que es infalible, nos obligamos al mismo tiempo a ir contra la doctrina del mundo, que es un abuso. (Cf. Op. cit., nn. 692-694).
Oración final. Oh Dios, que has llamado a todos los hombres a cooperar en el plan inmenso de la creación, haz que en el esfuerzo común por construir un mundo nuevo, más justo y más fraterno, se consiga que todo hombre encuentre el puesto que su dignidad pide, para que realice plenamente su vocación y contribuya al progreso de todos los demás hombres, según la Buena Nueva que nos predicó tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Terminar con los gozos o himno a San Vicente.
Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.
Las máximas del mundo
El abrazar las máximas del Evangelio compromete a huir de las máximas del mundo, ya que son opuestas a las del Evangelio; para huir de ellas, hay que saber cuáles son, qué es lo que se entiende por estas máximas del mundo y ver cómo se oponen a las de Jesucristo y en qué las contradicen.
En primer lugar, las máximas de nuestro Señor dicen: «Bienaventurados los pobres» (Mt 5, 36); y las del mundo: "Bienaventurados los ricos". Aquellas dicen que hay que ser mansos y afables; éstas, que hay que ser duros y hacerse temer. Nuestro Señor dice que la aflicción es buena: «Bienaventurados los que lloran»; los mundanos, por el contrario: "Bienaventurados los que se divierten y se entregan a los placeres".
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed, los que están sedientos de justicia»; el mundo se burla de esto y dice: "Bienaventurados los que trabajan por sus ventajas temporales, por hacerse grandes".
«Bendecid a los que os maldicen» (Lc 6, 28), dice el Señor; y el mundo dice que no hay que tolerar las injurias: "al que se hace oveja, se lo comen los lobos"; que hay que mantener la reputación a cualquier precio, y que más vale perder la vida que el honor.
Y esto basta para conocer cuál es la doctrina del mundo y qué es lo que pretende. Por consiguiente, al comprometernos a seguir la doctrina de Jesucristo, que es infalible, nos obligamos al mismo tiempo a ir contra la doctrina del mundo, que es un abuso. (Cf. Op. cit., nn. 692-694).
Oración final. Oh Dios, que has llamado a todos los hombres a cooperar en el plan inmenso de la creación, haz que en el esfuerzo común por construir un mundo nuevo, más justo y más fraterno, se consiga que todo hombre encuentre el puesto que su dignidad pide, para que realice plenamente su vocación y contribuya al progreso de todos los demás hombres, según la Buena Nueva que nos predicó tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Terminar con los gozos o himno a San Vicente.