ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: DÍA QUINTO...

DÍA QUINTO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

La virtud de la indiferencia

Un santo dice que la indiferencia es el grado más alto de la perfección, la suma de todas las virtudes y la ruina de los vicios. Necesariamente tiene que participar la indiferencia de la naturaleza del amor perfecto, ya que es una actividad amorosa que inclina el corazón a todo lo que es mejor y destruye todo lo que impide llegar a él.

Digamos en qué consiste. Hay que distinguirla en dos partes: primero, la acción de indiferencia; y segundo, el estado de indiferencia. La acción indiferente es una acción moral voluntaria que no es ni buena ni mala. Ejemplos: Existe la obligación de alimentarse; por eso comemos. Esa acción no se sitúa entre las acciones virtuosas. Mala tampoco es, con tal que no se estropee la acción por algún exceso o por alguna prohibición. Pasearse, estar sentado o en pie, pasar por un camino o por otro, son cosas de suyo indiferentes, que no son de ningún mérito, pero tampoco son dignas de reprensión, a no ser que haya alguna circunstancia mala. Eso es la "acción indiferente".

En cuanto al estado de indiferencia, es un estado, en que se encuentra una virtud por la que el hombre se despega de las criaturas para unirse al Creador.

Lo propio de la indiferencia es quitarnos todo resentimiento y todo deseo, despegarnos de nosotros mismos y de toda criatura; tal es su oficio, tal es la dicha que nos proporciona, con tal que sea activa, que trabaje. ¿Y cómo? Hay que procurar conocerse; hay que decirse: « ¡Ea, alma mía!, ¿cuáles son tus afectos? ¿a qué nos agarramos? ¿qué hay en nosotros que nos tenga cautivos? ¿Gozamos de la libertad de los hijos de Dios o estamos atados a los bienes, a los caprichos, a los honores?». Examinarse para descubrir nuestras ataduras, para romperlas. Realmente, hermanos, la eficacia de la oración debe tender a conocer bien nuestras inclinaciones y apegos, decidirnos a luchar contra ellas y enmendarnos, y luego a ejecutar bien lo que hemos resuelto.

En primer lugar estudiarse; y cuando uno se sienta apegado a algo, esforzarse en desprenderse de eso y en hacerse libre por medio de resoluciones y de actos contrarios. (cf. Op. cit., nn. 878-881).

Oración final. ¡Salvador nuestro! Concédenos la gracia de la indiferencia para estar a las órdenes de tu Padre, que nos tiende su mano y nos salva. Despéganos de todo y que, como una bestia nos dé lo mismo un carro que otro, pertenecer a un amo rico o pobre, habitar en la patria o en el extranjero. Amén.

Terminar con los gozos o himno a San Vicente.