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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: DÍA SEXTO...

DÍA SEXTO

Comenzar con la oración preparatoria para todos los días.

Sobre el buen uso de las calumnias

He dicho que las calumnias y las persecuciones son gracias con que Dios bendice a los que le sirven con fidelidad. Veamos, pues, cómo hemos de portarnos cuando se nos calumnie y persiga, e incluso cuando se emplee la fuerza contra nosotros.

En primer lugar, hemos de disponernos de buena gana a recibir este bien de la desgracia del mundo mediante un fiel uso de las ocasiones que Dios nos presente todos los días, los choques, las palabras molestas, las contradicciones y murmuraciones; hay que empezar el aprendizaje por las cosas menos molestas, para prepararse a sostener otros ataques más importantes y duros; porque, ¿hay alguna probabilidad de que permanezca firme y esté dispuesta a sostener embates más fuertes una persona que se inquieta, se desanima o pierde la paciencia por cosas más ligeras?

Entremos, hermanos míos, en nuestro interior y veamos cómo nos aprovechamos de las ocasiones diarias que nos ofrece su divina providencia. Si entonces somos cobardes, ¿cómo podremos soportar con paciencia los grandes sufrimientos? Si no podemos ahora soportar una palabra dura y una mirada desdeñosa, ¿cómo recibiremos con rostro sereno, o incluso con alegría, las calumnias, los oprobios y las persecuciones?

Por consiguiente, hermanos míos, ejercitémonos en ello y corrijamos nuestra sensibilidad en las pequeñas contrariedades, para que Dios nos conceda la gracia de ser firmes y alegres en las mayores y más molestas.

En segundo lugar, cuando lleguen las calumnias y las persecuciones, hay que cerrar la boca para que no se nos escape ninguna palabra de maldición, de impaciencia o de recriminación contra los que nos calumnian y persiguen. ¿No es justo que nos callemos, si es Dios el que envía esas visitas? ¿No es razonable que aceptemos esa cruz con sumisión, si esa es su voluntad? ¿No hemos de alabarlo y de darle gracias por las persecuciones que sufrimos, ya que las permite para nuestra santificación?

En tercer lugar, no basta con cerrar la boca a toda palabra de impaciencia, y de queja contra los que nos persiguen y calumnian; ni siquiera hemos de defendernos, ni de viva voz, ni por escrito.

« ¡Cómo!, dirá alguno, ¿No está permitido justificarse y aclarar las cosas ante los que la calumnia ha prevenido contra nosotros?». No, hermanos míos; yo no puedo decir más que lo que nos indica el espíritu del Evangelio: ¡paciencia y silencio!; esos son los elementos de la religión cristiana; hay que seguirlos.

Pero, esto será para condenarnos a nosotros mismos; nuestro silencio será una confesión tácita, y entonces ya no será posible conseguir ningún fruto con la gente. Estamos engañados, hermanos míos, si basamos el éxito de nuestros humildes trabajos en la estima del mundo; sería algo así como abrazar una sombra y dejar el cuerpo. La estima y la reputación de que hablamos no es más que el esplendor que brota de una vida buena y santa; su base y su apoyo es la virtud, que nunca podrán arrebatarnos ni las calumnias, ni las persecuciones, si permanecemos fieles a Dios y hacemos buen uso de ellas. (cf. Op. cit., nn. 956a, 962b, 963-965a, 967).

Oración final. ¡Oh Salvador de nuestras almas, que nos has llamado al seguimiento de tus máximas y a la imitación de tu vida humilde y despreciada! Pon en nosotros las disposiciones necesarias para sufrir, de la manera que tú deseas, las persecuciones que tengas a bien enviarnos.

Afírmanos en ese estado bienaventurado que has prometido a las personas afligidas y perseguidas. Haz que nos mantengamos firmes en la persecución, sin huir ni doblegarnos ante los ataques del mundo. Te lo pedimos por el mérito de tus sufrimientos. Amén.

Terminar con los gozos o himno a San Vicente.