EL PAÍS
OTOÑO
CAMBIO DE ESTACIÓN
Equinoccio de otoño: el final real del verano aún queda lejos
Temperaturas más elevadas de lo habitual y escasas lluvias marcan el cambio a la estación en la que disminuyen las horas de luz y que desembocará en el invierno
Alberto López
23 SEP 2018 - 10:40 CEST
El final de las vacaciones, la vuelta al cole, menos horas de luz, bajada de temperaturas, caída de las hojas… el inicio del otoño va ligado a sentimientos de nostalgia y tristeza, pero nada más lejos de la realidad si recordamos lo que se celebra desde la antigüedad: equilibrio de fuerzas entre el día y la noche, tiempo de recolección, de vendimia y una época en la que el campo y los árboles nos ofrecen auténticos manjares.
El cambio de estación en el hemisferio norte llegará el domingo, día 23, a las 3.54 horas de la madrugada. A esa hora comenzará de manera oficial el otoño, que tendrá una duración de 89 días y 20 horas, hasta el 21 de diciembre, cuando dé comienzo el invierno con su correspondiente solsticio y con el día más corto y la noche más larga del año.
El inicio de la estación otoñal supone la época del año en la que la longitud de las horas de luz se acorta más rápidamente. La palabra “equinoccio” proviene del latín “aequinoctium”, que significa “noche igual”, ya que hace referencia al momento en el que el día y la noche tienen la misma duración de horas, si bien, debido al tamaño del Sol y a los efectos de la refracción atmosférica, en los equinoccios la longitud del día excede ligeramente a la de la noche.
A partir del lunes, cada día amanecerá un minuto más tarde y el Sol se pondrá por el horizonte también un minuto y algunos segundos antes, por lo que disfrutaremos de casi tres minutos menos de Sol cada día.
Las fechas de este fenómeno varían cada año debido al modo en que la duración de la órbita de la Tierra alrededor del Sol encaja en la secuencia de años bisiestos del calendario por lo que puede variar entre el 21 y el 23 de septiembre. En lo que llevamos de siglo XXI, el equinoccio de otoño más madrugador lo vivimos en 2003, ya que se produjo el día 21 a la una de la madrugada, y el más tardío se vivirá en 2096, ya que será el día 23 a las 22 horas y 55 minutos.
Los equinoccios, en primavera y en otoño, se producen cuando el Sol cruza el plano del ecuador terrestre de manera perpendicular, es decir, que el ángulo de declinación del astro rey sobre la Tierra es cero, y por este motivo, durante esta jornada el día y la noche tendrán la misma duración de horas en cualquier punto del planeta.
Este otoño, desde el punto de vista astronómico, podremos disfrutar a simple vista de contemplar Marte, Saturno y Júpiter tras la puesta de sol, mientras que Venus y también Júpiter serán visibles al amanecer a partir del mes de diciembre.
Otro fenómeno que acompaña a la estación otoñal es el cambio de hora el último domingo de octubre. El día 28 del próximo mes volveremos a retrasar los relojes una hora y a las 3 de la madrugada serán las 2. A pesar de la iniciativa de Bruselas y del debate sobre la desaparición del cambio de hora, tanto en otoño como en la próxima primavera viviremos este cambio que, en otoño, es sinónimo de adelantar de un día para otro el anochecer.
Al mismo tiempo que en el hemisferio norte llega el final del verano con el equinoccio de otoño, el hemisferio sur también vive su equinoccio, pero el que supone la llegada de la primavera. Debido a la posición de la Tierra respecto al Sol, el equinoccio supone que en el Polo Norte comienzan seis meses de oscuridad y en el Polo Sur seis meses de luz continua.
El equinoccio de otoño llegó a ser tan importante en el calendario agrícola que los antiguos celebraban esta jornada con el nombre de Mabon: el joven dios de la vegetación y los cultivos, e incluso después de la Revolución Francesa, desde 1793 hasta 1805, este día se convirtió en el primero del año.
Pero como el cambio de cualquier estación es un momento cargado de tanto simbolismo y de referencias mitológicas, éste se sigue celebrando en lugares emblemáticos. En España, por ejemplo, uno de los lugares más especiales para recibir el otoño es el Dolmen de Soto, en el municipio de Trigueros (Huelva), donde cada año se espera con expectación la llegada del conocido como ‘Milagro del Sol’, que no es otra cosa que el momento exacto en el que el primer rayo de sol comienza a iluminar la galería del monumento hasta alcanzar el fondo de la cámara funeraria, hecho que produce tanto en el equinoccio de otoño como en el de primavera.
Otro de los lugares emblemáticos para los equinoccios es el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, en Málaga, donde también se celebra estos días un ritual ancestral relacionado con la fecundidad, la naturaleza, la vida y la muerte, la riqueza y el amor. Los días 22, 23 y 25 de este mes el monumento abrirá sus puertas para que el público pueda contemplar, a las 8.15 horas, el amanecer durante el equinoccio de otoño, ya que el sol se alinea con el corredor del dolmen de Viera y su luz invade el interior de este monumento megalítico. Durante los equinoccios de otoño y primavera, la luz del amanecer atraviesa la puerta e ilumina con los primeros rayos la figura de la diosa que está junto a la puerta.
OTOÑO
CAMBIO DE ESTACIÓN
Equinoccio de otoño: el final real del verano aún queda lejos
Temperaturas más elevadas de lo habitual y escasas lluvias marcan el cambio a la estación en la que disminuyen las horas de luz y que desembocará en el invierno
Alberto López
23 SEP 2018 - 10:40 CEST
El final de las vacaciones, la vuelta al cole, menos horas de luz, bajada de temperaturas, caída de las hojas… el inicio del otoño va ligado a sentimientos de nostalgia y tristeza, pero nada más lejos de la realidad si recordamos lo que se celebra desde la antigüedad: equilibrio de fuerzas entre el día y la noche, tiempo de recolección, de vendimia y una época en la que el campo y los árboles nos ofrecen auténticos manjares.
El cambio de estación en el hemisferio norte llegará el domingo, día 23, a las 3.54 horas de la madrugada. A esa hora comenzará de manera oficial el otoño, que tendrá una duración de 89 días y 20 horas, hasta el 21 de diciembre, cuando dé comienzo el invierno con su correspondiente solsticio y con el día más corto y la noche más larga del año.
El inicio de la estación otoñal supone la época del año en la que la longitud de las horas de luz se acorta más rápidamente. La palabra “equinoccio” proviene del latín “aequinoctium”, que significa “noche igual”, ya que hace referencia al momento en el que el día y la noche tienen la misma duración de horas, si bien, debido al tamaño del Sol y a los efectos de la refracción atmosférica, en los equinoccios la longitud del día excede ligeramente a la de la noche.
A partir del lunes, cada día amanecerá un minuto más tarde y el Sol se pondrá por el horizonte también un minuto y algunos segundos antes, por lo que disfrutaremos de casi tres minutos menos de Sol cada día.
Las fechas de este fenómeno varían cada año debido al modo en que la duración de la órbita de la Tierra alrededor del Sol encaja en la secuencia de años bisiestos del calendario por lo que puede variar entre el 21 y el 23 de septiembre. En lo que llevamos de siglo XXI, el equinoccio de otoño más madrugador lo vivimos en 2003, ya que se produjo el día 21 a la una de la madrugada, y el más tardío se vivirá en 2096, ya que será el día 23 a las 22 horas y 55 minutos.
Los equinoccios, en primavera y en otoño, se producen cuando el Sol cruza el plano del ecuador terrestre de manera perpendicular, es decir, que el ángulo de declinación del astro rey sobre la Tierra es cero, y por este motivo, durante esta jornada el día y la noche tendrán la misma duración de horas en cualquier punto del planeta.
Este otoño, desde el punto de vista astronómico, podremos disfrutar a simple vista de contemplar Marte, Saturno y Júpiter tras la puesta de sol, mientras que Venus y también Júpiter serán visibles al amanecer a partir del mes de diciembre.
Otro fenómeno que acompaña a la estación otoñal es el cambio de hora el último domingo de octubre. El día 28 del próximo mes volveremos a retrasar los relojes una hora y a las 3 de la madrugada serán las 2. A pesar de la iniciativa de Bruselas y del debate sobre la desaparición del cambio de hora, tanto en otoño como en la próxima primavera viviremos este cambio que, en otoño, es sinónimo de adelantar de un día para otro el anochecer.
Al mismo tiempo que en el hemisferio norte llega el final del verano con el equinoccio de otoño, el hemisferio sur también vive su equinoccio, pero el que supone la llegada de la primavera. Debido a la posición de la Tierra respecto al Sol, el equinoccio supone que en el Polo Norte comienzan seis meses de oscuridad y en el Polo Sur seis meses de luz continua.
El equinoccio de otoño llegó a ser tan importante en el calendario agrícola que los antiguos celebraban esta jornada con el nombre de Mabon: el joven dios de la vegetación y los cultivos, e incluso después de la Revolución Francesa, desde 1793 hasta 1805, este día se convirtió en el primero del año.
Pero como el cambio de cualquier estación es un momento cargado de tanto simbolismo y de referencias mitológicas, éste se sigue celebrando en lugares emblemáticos. En España, por ejemplo, uno de los lugares más especiales para recibir el otoño es el Dolmen de Soto, en el municipio de Trigueros (Huelva), donde cada año se espera con expectación la llegada del conocido como ‘Milagro del Sol’, que no es otra cosa que el momento exacto en el que el primer rayo de sol comienza a iluminar la galería del monumento hasta alcanzar el fondo de la cámara funeraria, hecho que produce tanto en el equinoccio de otoño como en el de primavera.
Otro de los lugares emblemáticos para los equinoccios es el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, en Málaga, donde también se celebra estos días un ritual ancestral relacionado con la fecundidad, la naturaleza, la vida y la muerte, la riqueza y el amor. Los días 22, 23 y 25 de este mes el monumento abrirá sus puertas para que el público pueda contemplar, a las 8.15 horas, el amanecer durante el equinoccio de otoño, ya que el sol se alinea con el corredor del dolmen de Viera y su luz invade el interior de este monumento megalítico. Durante los equinoccios de otoño y primavera, la luz del amanecer atraviesa la puerta e ilumina con los primeros rayos la figura de la diosa que está junto a la puerta.