Luz ahora 0,14120 €/kWh

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Historia...

Historia

En el pasado, la profesión del corrector tipográfico era una forma de vida lucrativa, ya que el cuidado de su tarea podía ahorrar una fortuna, debido al alto costo de corregir las planchas de letras ya armadas. En el caso de que el corrector dejara escapar errores graves, su trabajo no era pagado. Esta posición prominente del corrector se debía también a que en la Edad Media eran realmente pocas las personas que manejaban correctamente el idioma.

Los autores escribían frecuentemente de acuerdo con cómo sonaban las palabras.

El editor generalmente era experto en griego y latín, y en las ciencias más importantes de la época: medicina, teología y filosofía.

Durante los siglos XII y XIII aparecieron los copistas, que hacían los libros uno por uno, recogidos en la silenciosa paz de conventos y monasterios, al lado de un maestro que les enseñaba su tarea. La primera cualidad exigida era la disciplina, tanta que se les recomendaba que para tener un buen pulso debían alejarse de cualquier vicio, sobre todo de los excesos en el comer y el beber, así como de tener relaciones con mujeres y distracciones de cualquier tipo; tampoco debían hacer trabajos pesados. Para enmendar los errores de los copistas, aparecieron los correctores, a quienes se les exigía la misma disciplina, además de una cultura muy cercana a la de los sabios.

Por supuesto que para llegar a serlo empezaban como aprendices de un maestro que se dignara aceptarlos. Se les advertía que el tiempo mínimo de aprendizaje, siempre bajo la vigilancia estrecha del maestro, era de siete años. Después de este tiempo ya podían instalar su propio taller, siempre y cuando fuera lejos del de su maestro para no quitarle la clientela ni competir con él. Había que aceptar esa regla ética mínima para merecer el ingreso como aprendiz.​

En el mes de septiembre de 2011 se celebró en Buenos Aires el Primer Congreso Internacional de Correctores de Textos en Español. En el comunicado final emitido por las entidades organizadoras ―Fundación Litterae (de Argentina), UniCo (de España), PEAC (de México) y ASCOT (de Perú)― se definió al corrector como «un profesional de la edición y del lenguaje cuyo objetivo es que el lector reciba con claridad y sin errores el mensaje del autor, independientemente del soporte». Asimismo, se sentaron las bases para nuevas y conjuntas acciones que beneficien a estos profesionales, entre ellas: promover la figura del profesional de la corrección de textos en español y estimular el desarrollo asociativo entre profesionales afines de otros países.