Elegido superior provincial de Alemania, abandonó la cátedra parisiense para estar constantemente presente entre las comunidades que se le habían confiado. Recorría a pie las regiones alemanas, mendigando alimento y hospedaje. Posteriormente fue nombrado obispo de Ratisbona y a pesar de su elevada dignidad, supo dar ejemplo de un total desapego de los bienes terrenos. “En sus cajones no había ningún centavo, ni una gota de vino en la botella, ni un puñado de trigo en su granero”.