Pero muy pronto las cosas cambiaron. Los naturales empezaron a aproximarse a la fe y en un vuelco de multitudes a pedir el bautismo. Cinco años después el entusiasta fray Toribio de Benavente (apodado Motolinía) escribía, en 1536, en su Historia de los Indios de Nueva España, que ya habían sido bautizados más de cuatro millones, y que se esperaba que para el año siguiente el total de bautizados de esas tierras llamadas de Nueva España alcanzara a unos nueve millones.