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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: 4. Nos prepara a esto el Concilio Vaticano II, presentando...

4. Nos prepara a esto el Concilio Vaticano II, presentando en su magisterio a la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, si es verdad que « el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado » -como proclama el mismo Concilio (8)-, es necesario aplicar este principio de modo muy particular a aquella excepcional « hija de las generaciones humanas », a aquella « mujer » extraordinaria que llegó a ser Madre de Cristo. Sólo en el misterio de Cristo se esclarece plenamente su misterio. Así, por lo demás, ha intentado leerlo la Iglesia desde el comienzo. El misterio de la Encarnación le ha permitido penetrar y esclarecer cada vez mejor el misterio de la Madre del Verbo encarnado. En este profundizar tuvo particular importancia el Concilio de Efeso (a. 431) durante el cual, con gran gozo de los cristianos, la verdad sobre la maternidad divina de María fue confirmada solemnemente como verdad de fe de la Iglesia. María es la Madre de Dios (Theotókos), ya que por obra del Espíritu Santo concibió en su seno virginal y dio al mundo a Jesucristo, el Hijo de Dios consubstancial al Padre. (9) « El Hijo de Dios... nacido de la Virgen María... se hizo verdaderamente uno de los nuestros... », (10) se hizo hombre. Así pues, mediante el misterio de Cristo, en el horizonte de la fe de la Iglesia resplandece plenamente el misterio de su Madre. A su vez, el dogma de la maternidad divina de María fue para el Concilio de Efeso y es para la Iglesia como un sello del dogma de la Encarnación, en la que el Verbo asume realmente en la unidad de su persona la naturaleza humana sin anularla.