El plan divino de la salvación, que nos ha sido revelado plenamente con la venida de Cristo, es eterno. Está también -según la enseñanza contenida en aquella Carta y en otras Cartas paulinas- eternamente unido a Cristo. Abarca a todos los hombres, pero reserva un lugar particular a la « mujer » que es la Madre de aquel, al cual el Padre ha confiado la obra de la salvación. (19) Como escribe el Concilio Vaticano II, « ella misma es insinuada proféticamente en la promesa dada a nuestros primeros padres caídos en pecado », según el libro del Génesis (cf. 3, 15). « Así también, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emmanuel », según las palabras de Isaías (cf. 7, 14). (20) De este modo el Antiguo Testamento prepara aquella « plenitud de los tiempos », en que Dios « envió a su Hijo, nacido de mujer,... para que recibiéramos la filiación adoptiva ». La venida del Hijo de Dios al mundo es el acontecimiento narrado en los primeros capítulos de los Evangelios según Lucas y Mateo.