18. Esta bendición alcanza su pleno significado, cuando María está junto a la Cruz de su Hijo (cf. Jn 19, 25). El Concilio afirma que esto sucedió « no sin designio divino »: « se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma »; de este modo María « mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz »: (38) la unión por medio de la fe, la misma fe con la que había acogido la revelación del ángel en el momento de la anunciación. Entonces había escuchado las palabras: « El será grande... el Señor Dios le dará el trono de David, su padre... reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin » (Lc 1, 32-33).