Pero a la bendición proclamada por aquella mujer respecto a su madre según la carne, Jesús responde de manera significativa: « Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan » (cf. Lc 11, 28). Quiere quitar la atención de la maternidad entendida sólo como un vínculo de la carne, para orientarla hacia aquel misterioso vínculo del espíritu, que se forma en la escucha y en la observancia de la palabra de Dios.