El Papa Francisco dijo que esta pasión ha animado la actividad de la Pontificia Academia para la Vida desde su fundación hace veinticinco años, por San Juan Pablo II, siguiendo la recomendación del siervo de Dios y gran científico Jérôme Lejeune. “Este último, claramente convencido de la profundidad y rapidez de los cambios que se producen en el ámbito biomédico, consideró oportuno sostener un compromiso más estructurado y orgánico en este frente”, subrayó.