Al enfrentarse a la realidad de las pasiones, puede resultar muy fácil sentirse desmotivado y pensar que nunca podremos sobrellevarlas. Nuestros ruegos dicen:
“ ¡Miserable de mí! ¿Quién me librara de la muerte?” (Romanos 7,24)
“ ¡Miserable de mí! ¿Quién me librara de la muerte?” (Romanos 7,24)