Historia
El carro llegó a Europa y Asia occidental en el cuarto milenio antes de Cristo, y al Valle del Indo hacia el tercer milenio antes de Cristo.[4] A América, llegó en el siglo XV, directamente de la mano de los conquistadores españoles, así como los caballos y las mulas, ya que al carecer de animales de carga los nativos americanos cargaban las cosas a la espalda.[5]
A lo largo de la historia se han utilizado con frecuencia carretillas o pequeñas carretas de mano. En el siglo XIX, por ejemplo, durante la migración mormona hacia el actual territorio de Utah en los Estados Unidos, entre 1856 y 1860, se utilizaron estas carretas. Los llamados rickshaw todavía pueden verse en la actualidad en ciudades del sureste asiático como transporte para distancias cortas.
En la antigua Roma los líderes derrotados eran a menudo transportados en carretas durante la exhibición triunfal del general victorioso. Los carros para las carreras tenían forma de concha puesta sobre dos ruedas, más alta por delante que por detrás, con una lanza muy corta, los cuales eran tirados por cuatro caballos de frente. Los carros de triunfo tenían una forma redondeada; el vencedor iba en él en pie y dirigía por sí mismo los caballos.
Los carros servían también para otras ceremonias, como llevar en ellos las imágenes de los dioses en el día de preces públicas; se ponían también en los mismos las estatuas de aquellos cuya apoteosis se hacía, e iban en ellos las familias ilustres que asistían a la fiesta. Los cónsules, al encargarse del mando, eran asimismo conducidos en ellos. Sin embargo, la historia refiere que Camilo entró triunfante en Roma de este modo, pompa que se hizo después ordinaria, pero que esta vez no cayó bien a los republicanos. Durante el gobierno consular, los carros fueron dorados; bajo los emperadores fueron de marfil y hasta de oro. Se les rociaba con sangre para darles un aire más marcial. Los carros cubiertos se distinguían de los otros por una cúpula cimbrada. Servían para uso de los pontífices romanos y verosímilmente para las mujeres.[6] En Inglaterra, hasta su sustitución por los azotes, en virtud del mandato de la Reina Isabel I, se utilizaban las carretas para transportar al condenado a la picota.
El carro llegó a Europa y Asia occidental en el cuarto milenio antes de Cristo, y al Valle del Indo hacia el tercer milenio antes de Cristo.[4] A América, llegó en el siglo XV, directamente de la mano de los conquistadores españoles, así como los caballos y las mulas, ya que al carecer de animales de carga los nativos americanos cargaban las cosas a la espalda.[5]
A lo largo de la historia se han utilizado con frecuencia carretillas o pequeñas carretas de mano. En el siglo XIX, por ejemplo, durante la migración mormona hacia el actual territorio de Utah en los Estados Unidos, entre 1856 y 1860, se utilizaron estas carretas. Los llamados rickshaw todavía pueden verse en la actualidad en ciudades del sureste asiático como transporte para distancias cortas.
En la antigua Roma los líderes derrotados eran a menudo transportados en carretas durante la exhibición triunfal del general victorioso. Los carros para las carreras tenían forma de concha puesta sobre dos ruedas, más alta por delante que por detrás, con una lanza muy corta, los cuales eran tirados por cuatro caballos de frente. Los carros de triunfo tenían una forma redondeada; el vencedor iba en él en pie y dirigía por sí mismo los caballos.
Los carros servían también para otras ceremonias, como llevar en ellos las imágenes de los dioses en el día de preces públicas; se ponían también en los mismos las estatuas de aquellos cuya apoteosis se hacía, e iban en ellos las familias ilustres que asistían a la fiesta. Los cónsules, al encargarse del mando, eran asimismo conducidos en ellos. Sin embargo, la historia refiere que Camilo entró triunfante en Roma de este modo, pompa que se hizo después ordinaria, pero que esta vez no cayó bien a los republicanos. Durante el gobierno consular, los carros fueron dorados; bajo los emperadores fueron de marfil y hasta de oro. Se les rociaba con sangre para darles un aire más marcial. Los carros cubiertos se distinguían de los otros por una cúpula cimbrada. Servían para uso de los pontífices romanos y verosímilmente para las mujeres.[6] En Inglaterra, hasta su sustitución por los azotes, en virtud del mandato de la Reina Isabel I, se utilizaban las carretas para transportar al condenado a la picota.