A todos sus discípulos, en todas las etapas de la vida, Cristo hace un llamamiento a la santidad: « Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto » (Mt 5, 48). Los ancianos también, no obstante el transcurso de los años que puede apagar impulsos y entusiasmos, deben sentirse más que nunca llamados a medirse con los horizontes fascinantes de la santidad cristiana: el cristiano no debe dejar que la apatía y el cansancio lo detengan en su camino espiritual.