El año 1999, dedicado por las Naciones Unidas a los ancianos, es el año dedicado a Dios Padre en el marco del Gran Jubileo. Una coincidencia providencial que puede ser la ocasión, para las generaciones más jóvenes, de reconsiderar y volver a establecer una relación con la generación de sus propios padres; y para quien ya no es tan joven, de reexaminar la propia existencia colocándola en la perspectiva gozosa del testimonio por el cual « toda la vida cristiana es como una gran peregrinación hacia la casa del Padre, del que se descubre cada día el amor incondicionado a toda criatura humana ». (13)