Son tres días que preceden al miércoles de ceniza y que en muchos lugares ya son de ocho días, toda una semana y hasta diez y doce días. Es una expansión que nos atrae y nos envuelve en su loca alegría, un tanto disparatada y desbordante, quizá por el hecho de vivirla en la incógnita de un disfraz y un antifaz enigmático... Esta especie de desbordamiento festivalero nos trae a la mente el deseo de todo ser humano de desembarazarnos de las preocupaciones, de aligerar nuestros hombros de la carga de obligaciones cotidianas y de dar "rienda suelta" al placer y a la alegría. Pero … ¡cuidado! pues pudiéramos caer en la inmadurez de llegar a creer que la vida es semejante a un carnaval... Y así vamos por el mundo tratando de mostrar un rostro y un ropaje que no son los verdaderos. Parece que somos una cosa y somos otra en realidad.