¡Cómo nos cuesta llevar el rostro descubierto y mirar a los ojos a nuestros semejantes!. Nos vamos dejando arrastrar por el torbellino de las comparsas, por la inconsciencia, un poco infantil del que baila, ríe y canta y no sabe ni por qué, pero ahí vamos... y de repente al doblar una esquina nos encontramos cara a cara con la enfermedad, con el dolor, quizá con la muerte.