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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: En la literatura de viajes...

En la literatura de viajes

Otra fuente documental tan variopinta como entretenida es la que puede extraerse de la abundante literatura de viajes que provocó la península ibérica en los viajeros del Romanticismo y sus continuadores, 19​ desde el veneciano Giacomo Casanova, hasta Edmundo de Amicis, pasando por Victor Hugo; 18​ todos ellos, y como ellos otros muchos han dejado magistrales páginas sobre las posadas españolas y sus posaderos. 20​ De tan amplio catálogo, pueden recordarse descripciones culinarias de ‘gourmet’ como la que dejó Theophile Gautier en su Viaje por España (1840):

Experimenté una viva satisfacción al atar mi mula a los barrotes de la posada, Nuestra cena fue frugal; los criados y las criadas de la posada se habían ido a bailar y no había más remedio que conformarse con un gazpacho. El gazpacho es una comida que merece una descripción particular, y vamos a tratar de hacerla seguros de que si Brillat-Savarín la hubiese conocido se le hubiesen puesto los pelos de punta. Para hacer un gazpacho hay que llenar una sopera de agua; a ella se agrega un chorro de vinagre y después se ponen ajos, cebollas cortadas en pedacitos, rajas de pepinos, algunos trozos de pimiento y un poco de sal. Se le añade pan cortado en pedazos, que así queda en remojo. Dentro de esta mezcla. El gazpacho se sirve frío. Los perros un poco refinados de nuestro país se negarían seguramente a meter su hocico en semejante comida. Sin embargo, es el plato favorito de los andaluces y las más lindas mujeres no tienen inconveniente en tomar grandes platos de esta sopa infernal. El gazpacho pasa por ser muy refrescante, opinión demasiado audaz. Hemos de declarar, sin embargo, que aun cuando la primera vez que se prueba parece mal, acaba uno por acostumbrarse a él y hasta por tomarlo con gusto. Como compensación providencial para tan parva comida tuvimos un excelente vino blanco de Málaga, del que vaciamos hasta la última gota. Esto reparó nuestras fuerzas agotadas por la terrible expedición de nueve horas seguidas de caminos inverosímiles, y bajo una temperatura tórrida.

Theophile Gautier (1840)